La actividad del sector inmobiliario rural durante el año 2019 que finaliza, estuvo marcado negativamente por la situación macroeconómica del país en temas de alta volatilidad del tipo de cambio, inflación, y finalmente después de las elecciones PASO en agosto pasado en adelante, se volvió sobre el cepo cambiario, hasta reducirlo a la mínima expresión en noviembre pasado.
Todos estos aspectos, sumado a que el nuevo gobierno recientemente asumido, que terminó en diciembre de 2015, trasmite pocas garantías para una economía libre y sustentable, amigable con el inversor, sin cambios en las reglas de juego económicas, impositivas y jurídicas, hace que la toma de decisiones sobre compra y venta de campos se haya frenado considerablemente como hace mucho tiempo no ocurre, recordando los tiempos del cepo cambiario instalado en 2011, donde sucedió exactamente lo mismo.
Hoy el vendedor de un campo o estancia, no está endeudado en dólares como en el 2001; si posiblemente, tiene restricciones de capital de trabajo, entonces no está dispuesto a avalar una baja considerable del precio de su campo como ocurrió entonces.
Y el comprador estaría dispuesto quizás a comprar si sucede exactamente eso, es decir encontrar una campo que cumpla con sus exigencias pero con un precio sensiblemente más bajo de lo que pide el vendedor.
Otro aspecto que analiza el posible comprador, es que sin duda volverán las retenciones importantes sobre todo en soja, pero también en trigo, maíz y girasol, como también en carnes.
Esto hará bajar los márgenes brutos de cada actividad, que tambien tiene relacion con el valor de la hectárea donde se producen los respectivos cultivos y producción ganadera.
También en muchos casos aportaran menos tecnología, o se volverá al monocultivo de soja, que es el de menor costo de implantación, lo que trae aparejado una baja en las expectativas de altos rindes como sucedió en los 2 últimos años a nivel país con récord de producción, además de menor cuidado del suelo, sin rotaciones adecuadas y menor control de malezas e insectos.
Es de esperar que las nuevas autoridades se den cuenta de estos riesgos y sean responsables y cautelosos a la hora de elegir y/o definir la presión impositiva del sector agroexportador que es hoy la primera actividad en el aporte de dólares tan necesarios para el país para nivelarse las cuentas, reducir el déficit y mejorar la calidad de vida de los argentinos.
Como diferencia positiva sustancial entre el 2015 y hoy, es la apertura de más de 250 nichos de exportación de origen agroindustrial, tanto de granos, subproductos y carnes vacuna, aviar y porcina, como de las economías regionales, y mucho con valor agregado, llegando a diferentes lugares del mundo en una apertura sin precedentes. Es importante no perder esos mercado externos que fueron tan difíciles de abrir y muchos de recuperar.
Por último, no debemos de olvidarnos, que el agro en general es el primer sector que aporta actividad directa e indirecta en el interior del país y consecuentemente los precios de la tierra volverán a sus valores normales en relativamente poco tiempo .
Asi a sido la historia de los mismos, con serruchos periódicos, pero en línea ascendente a través de los años, con una plusvalía promedio de entre 3 y 4 % anual en valor dólar, que se debe agregar a la renta propia de la actividad.